sábado, 20 de noviembre de 2010

Jacinto Gutiérrez (2º parte)

... a Jacinto Gutiérrez que se agarra del marco de la puerta para hacerles el trabajo más difícil pero la fuerza de estas tres personas es enorme comparada con la de este hombre que solo piensa en su hijo mayor y en la historia que su hijo contará. Pero lector, ahora que estamos en la leonera le digo yo, por mi cuenta, para que sepa que mi intención es mantenerlo informado, que nada se puede esperar de este hombre mientras siga pensando en su hijo. La leonera es un lugar y no un objeto, eso yo me lo había imaginado y creo que usted también, es un lugar como una jaula pero jaula no es, porque, como verá, allí hay una ventana chiquita, ubicada en lo alto, pero ventana al fin, que la idea de esa ventana no es mirar el paisaje sino, más bien, es dejar entrar un poco de luz y de aire y usted puede preguntar que por qué hay una ventana en un sitio que ya suponemos para qué sirve y yo le digo que la pregunta es muy buena y que simplemente no lo sé pero ventana hay y retenga el dato porque esa ventana va a ser importante para el próximo capítulo, pero por definición, el próximo capítulo no es éste y no queremos marearlo desordenándole la historia, así que no nos detengamos y continuemos con la descripción que hay pocas cosas en la leonera, una mesita con algunos papeles y dos sillitas que eso es normal y de eso Jacinto Gutiérrez no puede quejarse, pero sí puede quejarse de la cama que está allá, que no es cama porque es toda de metal y sin colchón, que eso no es para dormir, señor lector, y los tres sujetos que de ésos no sé el nombre, si no se los diría, lo atan a esa cama de modo que cuando le pegan, Jacinto Gutiérrez no puede cubrirse el rostro y es por eso que uno de los tipos ya ha conseguido partirle un diente con una piña en la mandíbula. Diente, sangre y saliva salen por la boca de Jacinto Gutiérrez que eso no es bueno tragarlo, y por eso escupe pero no habla y estos hombres no han venido a ver cómo Jacinto Gutiérrez escupe sino a escuchar los nombres de los compañeros, nombres que serán recordados, escritos y transmitidos al señor Manuel Malvés para que él tome las decisiones adecuadas, que donde manda capitán no manda marinero y que cada uno debe dar lo mejor de sí, y lo mejor que pueden dar estos tres individuos son golpes contra una persona atada a una cama de hierro, que primero es un puño y después es otro, que esto de golpear cansa y hace doler los nudillos, pero la humanidad cuenta con instrumentos para facilitarse las tareas, que en eso se diferencia de los animales y aquí no hay animales y a nadie queremos calificar en esos términos. Y cuál fuel primer instrumento que utilizó el hombre, ¿lo digo yo o lo dice usted?, el primer instrumento que utilizó la humanidad fue un garrote, un simple palo y con ese palo el hombre, que todavía no podía pararse en dos patas o piernas, que es ahí cuando dejan de ser patas y pasan a ser piernas, pudo castigar a sus presas como estas tres personas están castigando a Jacinto Gutiérrez, que le pegan en el estómago y lo dejan sin aire y después en la cabeza y Jacinto Gutiérrez siente el ruido seco, de palo golpeando contra una cabeza indefensa, el mismo ruido que en la prehistoria escucharon miles y miles de animales. El hombre y su presa, y entre ambos, un instrumento, un garrote, un palo que golpea a un hombre atado y el estómago se endurece, se contrae, se queda sin aire y por más que quiera, ese hombre, que es Jacinto Gutiérrez, no puede respirar porque los músculos del estómago se le han endurecido, quizás muerto, pero no, el aire empieza a entrar lentamente y lentamente se le vuelven a llenar los pulmones y Jacinto Gutiérrez sabe otra vez que está vivo y también sabe que está vivo porque siente otro golpe en la cabeza porque lo están golpeando de manera alternada para que la presa, Jacinto Gutiérrez, no espere los golpes, que eso es golpear con profesionalismo y estas tres personas son profesionales, saben cuándo y dónde golpear, saben aplicar un ritmo y una intensidad en los golpes y saben preguntar, que esa es, quizás, la tarea más importante que estos tres hombres saben hacer, entonces uno pregunta “querés más”, que la pregunta tampoco es tan difícil de formular como usted, lector, se puede dar cuenta y Jacinto Gutiérrez obviamente no quiere más porque cuando el palo le golpea el estómago se queda sin aire y cuando le golpea la cabeza escucha el ruido seco que él siente como si el hueso o los huesos que le cubren la cabeza se le hicieran astillas pero qué puede hacer, señor lector, un pobre hombre que no quiere que su hijo lo considere un traidor y que solo le quiere heredar el orgullo de poder decir “mi padre les hizo frente”. Pero el tiempo pasa rápido y como el palo es un arma muy primitiva uno de los sujetos agarra un aparato eléctrico que se llama picana, que eso es más moderno y hay que estar actualizado con los tiempos que corren y usted ya sabe señor lector, es en el cuello y en la boca y en las encías, que uno hace eso, el otro golpea con el palo y el último le dice que hable, pero nosotros sabemos que se niega a colaborar aunque grite, que gritar no es hablar, es más bien una manifestación de dolor o de suplicio o de que el cuerpo se le está ardiendo por dentro y que ya no aguanta más, pero sí, aguanta, piensa en su hijo y aguanta. Y eso es la leonera, señor lector, que yo no voy a retacearle información, porque usted para eso compró el libro, que en la medida que Jacinto Gutiérrez empiece a hablar yo lo mantendré al tanto, que yo no puedo decirle los nombres mientras el sujeto se niegue a declararlos, que para eso estas tres personas de la leonera están realizando su trabajo con profesionalismo y están picaneándole las encías y los huevos o testículos para no ser tan vulgares, que para eso también está la leonera como le acabo de decir; como ve, todo funciona en orden, y lo único anormal, pero anormalidad fácilmente subsanable es que ... (Continúa)

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