jueves, 6 de enero de 2011

Esa noche - Doctor Pirovano (3ª parte)

Dejemos durmiendo al señor Manuel Malvés y pasemos a referirnos al estricto doctor Pirovano, que él ha llegado a su casa más temprano porque tiene menos responsabilidades que aquél y una vez que certificó el suicidio de Jacinto Gutiérrez ya no tiene otra cosa que hacer en la comisaría, así que se retira, que su tarea ha concluido, pero se retira de la comisaría, no del relato y, como tiene tiempo, el estricto doctor Pirovano está comprando mijo para los pajaritos, por eso, a diferencia de la sensación que nos causó el señor Manuel Malvés con las fresias, esta vez no nos sorprendemos cuando en su casa, el estricto doctor Pirovano saca de su maletín una bolsa con mijo y lo pone en un cuenco para que se alimenten los pajaritos. Allí, el estricto doctor Pirovano está dejando el mijo fresquito y al lado pone otro cuenco con agua, que a él le gusta la naturaleza y le gusta ver cuando los pajaritos cantan mientras comen y, cuando eso sucede, el doctor Pirovano llama a sus dos hijos para que escuchen el canto de la naturaleza.
Muchas veces, los tres se han juntado, detrás de la ventana y desde allí han escuchado a los pajaritos.
Y allí los vemos, al cuenco con mijo, al cuenco con agua y detrás de la ventana, escondidos, apenas asomando sus cabecitas, al estricto doctor Pirovano y a sus hijos.
Pero los pajaritos no vienen. Esperan media hora. Una hora entera y no vienen. Los pajaritos no comerán el mijo. Y no tomarán el agua. Los pajaritos no cantarán nunca más para el estricto doctor Pirovano.
Ellos, sin embargo, esperan.
Uno de los hijos dice: “Padre, los pajaritos nunca más vendrán”
El otro hijo dice: “Padre, los pajaritos no vendrán porque has mentido”.

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