miércoles, 26 de enero de 2011

El señor Malvés y la señora de Jacinto Gutiérrez

Alguien ha golpeado la puerta del señor Manuel Malvés y le ha dicho que acaba de llegar la señora de Jacinto Gutiérrez y el señor Manuel Malvés le ha respondido que la haga pasar. Obviamente, el señor Manuel Malvés se ha dirigido a su empleado con los buenos modales que lo caracterizan, por eso no sólo le dice “hágala pasar” sino que le dice “hágala pasar, por favor” y, dicho y hecho, acá estamos viendo al empleado de la comisaría acompañando a la señora de Jacinto Gutiérrez y es el señor Malvés quien, como corresponde, le hace un gesto al empleado y le dice “puede retirarse, por favor” y el empleado que también tiene sus modales, aunque no tan sutiles como los del señor Malvés le dice “por supuesto, señor”, y es así como han quedado solos la señora de Jacinto Gutiérrez y el señor Malvés, ella porque ha venido a retirar el cadáver de su marido y él porque quiere comentarle los últimos detalles que han surgido en la rigurosa investigación que se está siguiendo desde el primer minuto de ayer, cuando el señor Manuel Malvés se enteró de los lamentables sucesos de los que la señora ya ha recibido algunas noticias, aunque no tan serias y precisas como las que le puede proporcionar el servicio policial y menos, un servicio policial como el que tiene a cargo el señor Manuel Malvés, tan meticuloso en el trato con sus subordinados, tan romántico en el trato con su mujer y tan riguroso a la hora de llevar adelante una investigación que ya ha dado algunos resultados, a raíz de los cuales se han realizado una serie de procedimientos precautorios con la única finalidad de llegar hasta la últimas consecuencias y determinar todo tipo de responsabilidades que estuvieran relacionadas con algún acto ilícito, si es que lo hubo.
El señor Malvés, como sabemos, por más que mantenga una confianza ciega en el informe realizado por el estricto doctor Pirovano, ha decidido completar el peritaje con un nuevo estudio en el que han surgido algunas sospechas y como en esta institución lo más importante es eliminar toda sospecha ya ha puesto bajo custodia a tres integrantes de su fuerza para que se tomen las diligencias necesarias, porque de ninguna manera se ha de permitir que el accionar de tres individuos empañen la tarea de seguridad cotidiana con la que la institución se ha ganado un lugar de relevancia dentro de la sociedad. Y ahora el señor Malvés, como director de la institución, debe dar la cara y decirle a la señora de Jacinto Gutiérrez que su marido fue detenido a raíz de los conflictos suscitados por el paro que están llevando adelante los obreros de la fábrica donde trabajaba y que su detención se hizo a los efectos de determinar cuál era su acción dentro del conflicto y, sobre todo, de aportar datos de otros implicados, que como todos sabemos, un paro no es algo que organiza una sola persona, sino que hacen falta varios, y que si el servicio policial conoce a uno de los agitadores, en este caso a Jacinto Gutiérrez, que, con su debido respeto, señora, agitador era, no le queda otra que preguntarle quiénes son los restantes, o dicho en otros términos quiénes son sus compañeros, para tomar las medidas necesarias y que la sociedad vuelva al orden que debe imperar, porque esa es la tarea de la institución. Pero el señor Malvés debe agregar que no sabe cuándo, ni cómo, ni por qué razones Jacinto Gutiérrez se murió y dice “se murió” porque él desconoce el motivo de su muerte, si lo supiera diría “se suicidó” o “lo mataron” o “tuvo un accidente” pero dice “se murió” porque no lo sabe y con esas palabras puede englobar cualquiera de las posibilidades antes mencionadas y para eso ordenó la investigación minuciosa que le está explicando pero que si la señora tiene algún dato para comentarle, por ejemplo si tenían algún problema de pareja o de familia eso bien puede aportar a la investigación y que no se guarde nada porque si sabe algún nombre de algún compañero que pudiera estar implicado también serviría mucho a la causa, que uno nunca sabe por qué puede morir una persona y hay cuestiones de traiciones que uno ni puede imaginarse entre gente que un día organiza un paro y al otro ya está mirándose con ganas y al tercero ya se la dieron, pero esa es sólo una posibilidad porque no podemos negar que Jacinto Gutiérrez estaba detenido dentro de una celda con todas las garantías que le corresponden a cualquier detenido según consta en la misma Constitución nacional y es por eso que el caso es bastante dificultoso y todavía más dificultoso porque una de las empleadas de limpieza, por exceso de eficacia laboral, lavó la celda del detenido y no ha quedado ni una mancha que pueda aportarnos algún dato, que mayores datos no tenemos pero, quizás, usted tenga alguno porque nosotros quisimos entregarle el cuerpo de su marido a usted y no a esos agitadores, ni tampoco a su hijo mayor que un poco también es agitador, porque esa gente quiere el cuerpo para incriminar al servicio policial y como si fuera poco a los señores patrones que en esto no han tenido nada que ver, que aquí no entra, ni entrará ninguno de los señores patrones por más crímenes que hayan cometido o puedan cometer, así que si aquí no estuvieron, cómo puede ser que estén implicados, los que sí están implicados son esos tres individuos cuyos nombres por cuestiones sumariales no es posible decir, pero que pudieron estar presentes en el momento de los hechos aunque eso mucho no dice porque si Jacinto Gutiérrez se suicidó como señalaba la primera hipótesis, da lo mismo que estén o que no estén, porque uno se suicida solito y no anda buscando público para cometer su objetivo que cada uno hace lo que quiere con su vida después de todo, pero como este asunto pasó a mayores, es decir, anda todo el mundo cuestionando la tarea policial, y cuando digo todo el mundo, me refiero a los compañeros de Jacinto Gutiérrez y a varios pajaritos que, no sé cómo, andan meta decir que a Jacinto Gutiérrez lo mataron. Pero esas son puras habladurías porque el servicio policial no se ha pronunciado al respecto y no se pronunciará mientras siga el clima de insubordinación acarreado por el paro que se ha iniciado en el día de ayer, pues la presión que se ejerce sobre la institución perjudica cualquier tarea investigativa que se quiera realizar y ante esa situación es preferible dilatar los tiempos, que el agua apaga el fuego y al ardor los años y quiero ver en cuánto tiempo la gente va a seguir hablando de Jacinto Gutiérrez, que hoy señora usted tendrá su cadáver pero la vida sigue y usted es joven, quién sabe cuántos pretendientes pueden andar por ahí, pero si usted, quizás, tuvo algún pretendiente en este tiempo, perdone que se lo diga, pero no se descarta ninguna posibilidad, esa bien puede ser una razón que abone la primera hipótesis que ha surgido del estudio del estricto doctor Pirovano y nosotros acá charlando y perdiendo el tiempo pero con eso no digo nada porque como ya le dije acá no se descarta ninguna posibilidad para que después no se ande diciendo que el servicio policial esto, que el servicio policial lo otro. Ahora bien, señora, tal vez usted no haya tenido algo raro con alguien raro, pero quizás su marido sí, que yo no fío ni desconfío pero a cualquiera le puede suceder y si usted sabe algo de alguna señorita que quizás haya hecho algo con su marido, que a sus años todavía estaba firme, dígalo que la investigación espera y este tipo de cosas siempre terminan mal, que cuando el cuerno no es uno, la cuerna es la otra y en esos casos puede haber un marido con ganas de buscar rajársela para defender lo que no supo cuidar, pero diga, señora, abone las hipótesis que estamos a su disposición y acá vamos a seguir todas las líneas investigativas, que si no fuera así, no habríamos encerrados a los tres policías que le digo aunque no tengamos prácticamente ninguna evidencia contra ellos porque más que nada estamos matando el tiempo y perdone lo de “matando” pero, como ya le dije, acá no abandonamos ninguna hipótesis ni siquiera que a Jacinto Gutiérrez lo hayan asesinado, que por más involucrado que estuviera en el paro, que de eso no hay dudas, nadie debió matarlo ni con ganas ni por accidente porque está en la Constitución nacional
El señor Malvés le ha comentado a la señora de Jacinto Gutiérrez los últimos avances de la investigación. En ningún momento se ha mostrado irrespetuoso y ha mantenido un tono recto pero afable, acorde al cargo que tiene y a la tarea que lleva adelante. También ha invitado a la señora de Jacinto Gutiérrez a que realice los aportes que le parezcan beneficiosos para el caso. Sólo quiere insistir en un dato que le parece muy importante: “Señora, antes de retirarse, podría decirnos los nombres de los compañeros de su marido” y agrega: “por favor”.
La señora de Jacinto Gutiérrez piensa en su marido muerto, piensa en sus hijos y responde: “No le digo ni mierda”. La señora de Jacinto Gutiérrez no tiene los modales del señor Manuel Malvés. (Final capítulo IX)

miércoles, 12 de enero de 2011

Las máquinas

Los primeros rayos del sol hacen brillar los techos de la fábrica y nos anuncian que el capítulo ha concluido y que debemos iniciar uno nuevo. Así es la cosa, el sol sale todos los días pero los hombres no. Envidia nos da ser tan efímeros. Ayer este mismo sol fue el que alumbró la comisaría, hoy está alumbrando las chapas de la fábrica. Seguirá el sol haciendo lo suyo, seguirán las chapas haciendo lo suyo también, pero los obreros no, porque, como sabemos, están de paro, salvo Jacinto Gutiérrez que no está de paro, pero obviamente tampoco irá a trabajar.

Apagadas están las máquinas que estamos viendo, que hoy tampoco han venido los obreros ni para encenderlas ni para trabajar con ellas. Así tan apagaditas, tan quietitas, no parecen máquinas, parecen, más bien, chapitas, hierritos y cablecitos inofensivos. Nadie diría que estas máquinas son las que transforman pedazos de hierros en piezas de automóviles, las que hacen agujeros, roscas, las que lijan el metal hasta pulirlo, máquinas que doblan chapas, que penetran lingotes, que los moldean, que sueldan dos piezas hasta que quedan unidas para siempre, que golpean el metal, lo cortan, lo vuelven a unir para formar piezas de automóviles precisas, duras, resistentes, hechas por máquinas que en este momento parecen simples hierritos.
Y las máquinas dicen:
-hoy tampoco vendrán-
-quizás mañana-
-no creo, han matado a uno, tardarán más-
-pero volverán-
-siempre lo mismo, los hombres se van pero tarde o temprano vuelven, no pueden vivir sin nosotras-
-¿por qué se van si van a volver?-
- paran, se reúnen, van a marchas, no sé, hacen cosas-
-¿Y por qué paran?-
-Porque protestan-
-¿Contra nosotras?-
-no, contra el patrón-
-¿Por un aumento o porque mataron a uno?-
-ahora por las dos cosas-
-¿y nosotras qué? ¿qué va a suceder con todo el tiempo que estuvimos paradas?-
- Eso ya se verá, lo importante es que vuelvan lo antes posible, durante todo el día de ayer no hemos producido y mientras no lo hagamos no somos máquinas-
-Y si no producimos ellos tampoco son obreros-
-ellos son nuestros obreros y nosotras somos sus máquinas-
-y todos somos del patrón-
-quizás ellos no sean del patrón, por eso se van-
-Acá todo es del patrón, se van pero después vuelven y cuando vuelven, producen, que eso es lo que el patrón quiere-
-Claro, el patrón quiere que produzcamos, pero si ellos paran nosotras no lo podemos hacer-
-Pero no es culpa nuestra-
-Por supuesto, la culpa es de ellos que se van-
-pero volverán-

sábado, 8 de enero de 2011

Esa noche - 1º parte

Se hizo de noche y por referirnos a otras cuestiones hemos perdido de vista a aquellos personajes que, voluntariamente o no, desencadenaron el conflicto con el que comenzamos la historia. Así que continuaremos nuestro relato para saber qué es lo que ha sucedido con las personas que esta mañana participaron de los lamentables sucesos que se han dado en la comisaría, que yo no quiero dejarlo a usted, señor lector, falto de información. No hablaremos, entonces, ni de la Tota porque no se encontraba dentro de la comisaría cuando ocurrió el incidente; ni del pajarito, primero, porque lo que vio fue a través de la ventana, es decir afuera de la comisaría y segundo, porque no es persona; tampoco hablaremos de los compañeros de Jacinto Gutiérrez, ni del hijo porque, si bien estuvieron presentes en el momento del suicidio, su presencia estuvo limitada al pensamiento de Jacinto Gutiérrez, es decir, Jacinto Gutiérrez pensó en ellos en el momento que el señor Manuel Malvés le solicitaba sus nombres y, a nosotros nos consta, también pensó en su hijo mayor cuando lo estaban torturando, pero no fue una presencia corporal que es la que cuenta para la selección que hemos tomado. Además, podríamos agregar que su presencia no fue ni siquiera verbal, de haberlo sido, hoy probablemente Jacinto Gutiérrez estaría vivo pero, en cambio, sus compañeros estarían presos y el señor Manuel Malvés habría desactivado el paro que por qué no decirlo esta era la única tarea que las personas para las que trabaja el señor Manuel Malvés le habían asignado, aunque podríamos señalar en su defensa que nunca sabemos qué es lo que puede suceder cuando el servicio policial se topa con gente como Jacinto Gutiérrez que no quiere colaborar. En definitiva, en este capítulo nos referiremos al señor Manuel Malvés, al estricto doctor Pirovano, a Jacinto Gutiérrez y a los tres individuos que lo mataron, que estos son los únicos seis personajes que, según nuestro criterio, estuvieron en el tiempo y el lugar de los acontecimientos que venimos relatando y, por lo tanto, algún derecho tienen a que contemos sus vidas de manera más detallada. (Capítulo VII - 1º parte)

viernes, 7 de enero de 2011

Esa noche - Manuel Malvés (2ª parte)

Empezaremos, como corresponde, con el señor Manuel Malvés. Él ha regresado a su casa, después de finalizar el trabajo extra que el suicidio de Jacinto Gutiérrez le ha ocasionado y, por lo tanto, viene bastante cansado y un poco más tarde de lo habitual, pero ese no es un problema porque el señor Manuel Malvés ha llamado a su esposa para decirle que llegaría tarde y que no se preocupara, que él sabe lo peligrosas que están las calles. Y es por eso que está llegando de noche y su mujer, que ya estaba avisada, lo espera con la comida lista. “Te hice ravioles con salsa boloñesa”, le dice mientras prueba uno para saber si ya está cocinado: “Perfecto, están a punto”, agrega.
El señor Manuel Malvés, a pesar de haber tenido una jornada complicada y de estar tan cansado, no olvidó que hoy es su aniversario. Él es un gran un hombre, pero detrás suyo hay una gran mujer, y así como él administra una comisaría de manera aceptable, es su mujer la que organiza su casa y en 20 años ha formado un hogar respetable. El señor Manuel Malvés ha contado varias veces que su mujer es la que administra la economía de la casa. Eso al señor Manuel Malvés le gusta y le quita responsabilidad, demasiado tiene el pobre, con organizar una comisaría que pocas veces ha fallado a quienes solicitan el servicio policial, sabiendo que en muchas ocasiones el personal se topa, como nosotros lo hemos visto, con individuos que se niegan a decir el nombre de sus compañeros, haciendo que la tarea policial sea más ardua y dificultosa.
Entonces tenemos que la señora de Manuel Malvés es la responsable del hogar, así como su marido lo es de la comisaría, y uno y otro, cada uno en su ámbito, se muestran eficaces en su labor. Es por eso que cuando el señor Manuel Malvés llega, ella tiene los ravioles a punto, ni crudos, ni pasados, y el señor Manuel Malvés solo tiene que sentarse y comer, que ella sabe lo cansado que viene su marido cuando trabaja hasta tarde y además sabe que la comida que más le gusta son los ravioles son salsa boloñesa y, si bien, por ser el aniversario habían acordado ir a cenar esta noche en un restorán a la luz de las velas, ella cambió los planes cuando recibió el llamado de su esposo y supo que vendría cansado, y fíjese, señor lector, que mal no lo ha hecho porque los ravioles están a punto y el señor Manuel Malvés está sentado y ya empieza a relajarse, pero cuando su señora se sienta saca del maletín un ramo de rosas y le dice a su esposa “feliz aniversario, mi amor”. A nosotros, el ramo de rosas nos sorprende más que a la señora, porque no lo hemos visto cuando lo compraba, así que imaginamos que lo hizo antes de ir a la comisaría o en el breve lapso del viaje entre ésta y su casa que nosotros hemos elidido para darle concisión al relato. “Gracias, mi amor”, responde su esposa, mientras se acerca para abrazarlo. Juntos están y besándose.
Se dicen que se aman y se vuelven a besar, y es ella, como lo ha hecho en los últimos 20 años, tal vez, con la piel menos lozana, pero siempre con la misma dulzura, la que le besa la barbilla y le dice “eres el mejor hombre del mundo” y ahora es él, con una panza prominente, que hace 20 años eran los marcados abdominales de un joven cadete de policía, el que le dice “sin ti no podría vivir”, y son ambos los que vuelven a juntar los labios, las lenguas, los dientes, el aliento, la saliva. Uno frente al otro, palpándose. Cuerpos más frágiles, más blandos, menos turgentes. Cuerpos que se aman, que se denudan y se gozan. Y es él el que dice “eres mía”, y es ella la que dice “tuya soy”, y así abrazados se dirigen al dormitorio. Allí se amarán como lo han hecho en los últimos 20 años. En la mesa han quedado las rosas y los ravioles que se enfrían.
Ella le da un beso en los labios, él suspira para recobrar el aliento. “Eres fantástico”, dice ella con una sonrisa. “Tú también”, dice él, apaga la luz y agrega: “querida, mañana tengo mucho trabajo”, ella lo abraza y dice: “querido, no olvides de ponerle un cinto nuevo al pantalón, que después la gente dice cosas”. Él cierra los ojos y dice: “no lo olvidaré querida, buenas noches”. Ambos duermen. Buenas noches.

jueves, 6 de enero de 2011

Esa noche - Doctor Pirovano (3ª parte)

Dejemos durmiendo al señor Manuel Malvés y pasemos a referirnos al estricto doctor Pirovano, que él ha llegado a su casa más temprano porque tiene menos responsabilidades que aquél y una vez que certificó el suicidio de Jacinto Gutiérrez ya no tiene otra cosa que hacer en la comisaría, así que se retira, que su tarea ha concluido, pero se retira de la comisaría, no del relato y, como tiene tiempo, el estricto doctor Pirovano está comprando mijo para los pajaritos, por eso, a diferencia de la sensación que nos causó el señor Manuel Malvés con las fresias, esta vez no nos sorprendemos cuando en su casa, el estricto doctor Pirovano saca de su maletín una bolsa con mijo y lo pone en un cuenco para que se alimenten los pajaritos. Allí, el estricto doctor Pirovano está dejando el mijo fresquito y al lado pone otro cuenco con agua, que a él le gusta la naturaleza y le gusta ver cuando los pajaritos cantan mientras comen y, cuando eso sucede, el doctor Pirovano llama a sus dos hijos para que escuchen el canto de la naturaleza.
Muchas veces, los tres se han juntado, detrás de la ventana y desde allí han escuchado a los pajaritos.
Y allí los vemos, al cuenco con mijo, al cuenco con agua y detrás de la ventana, escondidos, apenas asomando sus cabecitas, al estricto doctor Pirovano y a sus hijos.
Pero los pajaritos no vienen. Esperan media hora. Una hora entera y no vienen. Los pajaritos no comerán el mijo. Y no tomarán el agua. Los pajaritos no cantarán nunca más para el estricto doctor Pirovano.
Ellos, sin embargo, esperan.
Uno de los hijos dice: “Padre, los pajaritos nunca más vendrán”
El otro hijo dice: “Padre, los pajaritos no vendrán porque has mentido”.

martes, 4 de enero de 2011

Esa noche - Jacinto Gutiérrez (4ª parte)

Ahora están durmiendo dos de los seis personajes que nos propusimos relatar en esta parte de la historia, así que por favor le vamos a pedir, señor lector, que lea en voz baja, que ya hemos visto que estos dos individuos tuvieron una jornada complicada y estresante y se lo digo por experiencia propia, el estrés produce insomnio, de modo que cualquier ruidito hace que uno se despierte y pase toda la noche sin poder dormir y todo el día sin poder despertarse. Así que shhhhh, buenas noches señor Manuel Malvés, buenas noches estricto doctor Pirovano, que sueñen con los angelitos y descansen en paz, que mañana tienen un día difícil, que hay paro, que hay marcha, y hay pajaritos cantando por todos lados.

Poco tenemos para decir de Jacinto Gutiérrez. Él está muerto y, por esa razón, no ha efectuado otra acción que la de permanecer inmóvil, nada distinto a lo que haría cualquier muerto o a lo que hará cualquier vivo cuando muerto esté. Sí, diremos, aunque no lo hayamos conocido demasiado, que estando vivo tampoco tuvo en el breve lapso que nos tocó relatar, una participación muy activa, con decir que ni siquiera dijo los nombres de los compañeros, ni se defendió cuando uno de los sujetos que nos falta contar le pegaba con un palo, a lo sumo, a nosotros nos consta, Jacinto Gutiérrez dijo “ayyy”, eso es cierto, pero incluso ese grito yo creo que fue dicho con desgano, como una reacción casi biológica y no por iniciativa propia. Valga la aclaración porque, después de todo, esta novelita tampoco es exclusivamente sobre Jacinto Gutiérrez como si no hubiera otra cosa en la ciudad para hablar que no sea sobre ese señor desganado, inactivo, que se ha resistido a la autoridad, que no dijo nada cuando le solicitaron que traicione a sus compañeros, que, debemos decirlo también, era un organizador de huelgas y les hacía frente a los señores patrones. Ahí tenés Jacinto Gutiérrez, ahí tenés tu paro, tu huelga y ahí tenés tu marcha ¿qué te parece? ¿estás contento? Estás muerto Jacinto Gutiérrez, quién te saca de ésta, la gente marchando y vos, muerto, ¿y si hay aumento qué? ¿de qué te sirve el aumento ahora? Decime la verdad, vos sabías que si te dan picana te podés morir ¿Pensaste que se iban a cansar? ¿Que te ablandaban y con eso terminaba? Ya ves que no, Jacinto Gutiérrez. Era una picana y a veces estas cosas pasan, vos lo sabías. Y si lo sabías ¿Por qué no dijiste nada Jacinto Gutiérrez? Ellos preguntándote y vos nada, ellos pidiéndote los nombres de tus compañeros y vos con tu paro, y no traicionar el paro, y tus compañeros, y que no los metieran presos, y con tu aumento. Ay Jacinto Gutiérrez, ahí tenés tu paro, ahí tenés tu aumento ¿Valió la pena que te cagaran a palos, que te torturaran hasta morir por un aumento de mierda? ¿y vos? ¿y tus hijos? ¿por qué ese desgano, Jacinto Gutiérrez? ¿por qué no colaboraste, por qué no te aliaste? ¿De qué sirvió? Decime si sirvió de algo que te quedaras callado como un desganado, como un inactivo cuando diciendo un nombre, un par de nombres, hoy estarías, quizás preso, quizás preso con algún compañero tuyo, pero vivito y coleando, y en un tiempo irías a ver a tus hijos, al mayor o a cualquiera, porque no estarías muerto como estás ahora y solo los vivos ven a sus hijos; los muertos no ven a nadie. ¿Y vos qué ganaste? ¿un aumento? ¿mantener un paro? ¿que te recuerden? ¿Por cuánto tiempo, Jacinto Gutiérrez, si vos estás muerto? El tiempo pasa rápido, el tiempo de los vivos; los muertos ahí quedan inmóviles, inanimados, inertes. Quiero saber, Jacinto Gutiérrez, si tus compañeros se van a acordar de vos cuando ellos sean viejos y vean a sus hijos y tal vez a sus nietos, mientras vos no sos nada, ni siquiera un recuerdo, ni siquiera una persona que les hizo frente, porque la memoria es tan frágil y la vida es tan cómoda que vos, Jacinto Gutiérrez, no serás nada. Serás un derrotado, un muerto, cenizas, polvo, nada.

sábado, 1 de enero de 2011

Esa noche - Los tres individuos de los que no sabemos sus nombres (5ªparte)

Tres personas nos quedan para completar la lista de los seis que estuvieron en la comisaría en el momento del incidente, si es que podemos llamar de este modo al lamentable suicidio de Jacinto Gutiérrez y, como usted lector ya se debe imaginar, son esas tres personas de las que no sabemos sus nombres. Nos referimos a ellos de las siguientes maneras: personas, sujetos, individuos, también podríamos haber utilizado sustantivos genéricos tales como: hombres, ciudadanos, pobladores y de otras maneras que en este momento no se me ocurren. Son tres individuos, después de todo serviciales, uno les dice algo, ellos lo hacen. Y además son profesionales y personas muy fieles con la institución policial, que ellos no tienen que decir una palabra de lo que acaba de ocurrir porque acá pueden volar cabezas, que cuando ocurren estos excesos nadie dio ninguna orden y si ocurrió, cosa que según los informes del estricto doctor Pirovano, es bastante cuestionable, no sabemos ni quién fue ni mucho menos por qué motivos y, obviamente, a nadie se le ocurra decir, por ejemplo, Manuel Malvés, porque el señor Manuel Malvés tiene mucha confianza en estos tres individuos, porque ellos ya saben qué puede pasar si ese nombre sale de esas boquitas, que acá órdenes no hubo, en realidad no hubo nada, solo simples comentarios de agitadores y cantos de pájaros pero, ante las sospechas malintencionadas que han surgido, hemos iniciado una nueva investigación que completará la realizada por el estricto doctor Pirovano, porque si hubo algún exceso la institución policial sabe cómo tratarlo pero debe quedar impoluta y más impolutos todavía deben quedar los tipos para los que Manuel Malvés trabaja que, a pesar de estar sufriendo un paro, del mismo modo que lo sufre toda la sociedad, no hubo, ni hay, ni habrá ninguna razón para involucrarlos en estos hechos lamentables.

Pero uno de los individuos está pensando porque se le ocurrió que las cosas están yendo un poco lejos y alguien va a tener que pagar los platos rotos pero que la culpa no fue suya porque si alguien manda a alguien a la leonera para que alguien le quite los nombres de sus compañeros, esa tarea se cumple del modo en que ellos lo hicieron, y que no le van a echar la culpa a él por un amper más o un amper menos, que él, desde los controles, no hace gran cosa, y acá, de última, el que innovó fue el que tiró un balde de agua, que eso es terrible con el cuerpo resentido, pero qué él no va a decir nada mientras el servicio policial no quiera cortar la cadena por el eslabón más delgado,
Y el segundo individuo también está pensando en eslabones delgados porque él sabe que la cadena se corta por el eslabón más delgado y el señor Manuel Malvés no es un eslabón delgado y mucho menos los señores para los que Manuel Malvés trabaja y quizás lo sea Jacinto Gutiérrez pero él ya está muerto y, por eso, no es parte de esta cadena. Entonces le van quedando pocos eslabones y piensa que a él no le van a echar la culpa porque solo hacía preguntas y que si le tiró agua al detenido, el agua no hace nada, salvo mojar a una persona y no le van a echar la culpa de haber mojado a alguien, pero que si esto se sigue desmadrando alguien va a tener que ser el pato de la boda y acá, de última, hubo una persona que le pegaba al detenido con un palo pero que él no va a decir nada mientras no quieran dejarlo como el pato de la boda.
Y el tercer individuo también está pensando en patos de la boda porque él sabe que con el alboroto que armaron los pajaritos es probable que busquen un responsable y cuando sucede este tipo de excesos se acaban los responsables y ahí es cuando viene lo del pato de la boda, que siempre le van a echar la culpa a alguien a quien le dijeron “sacale los nombres de los compañeros a este tipo” y si él hizo eso en la leonera es porque así se hace y que si el caso pasó a mayores es porque el de los controles no midió adecuadamente, porque no sabe medir o porque es un bruto pero que él va a callarse mientras no quieran que pague los platos.

Si bien estas tres personas ya están durmiendo y con ellas completaríamos las seis que nos propusimos describir en este capítulo, todavía no podemos concluirlo porque pronto el señor Malvés llamará por teléfono a estos tres individuos para darles la siguiente noticia: “De arriba dicen que ahora los van a detener y que no se opongan porque este asunto se descarriló y ahora necesitan a alguien que pague los platos rotos, un eslabón delgado y un pato de la boda”. Como se dará cuenta, señor lector, ni el señor Malvés ni los señores para los que el señor Malvés trabaja han dormido demasiado.