martes, 14 de diciembre de 2010

El jugo de naranja y el vestido

Y yo veo a la gente que grita en la plaza pero también veo a los que se han quedado en su casa porque, en definitiva, ellos no quieren o no entienden o no saben o no les interesa y ellos han cerrado la puerta y han mirado por la ventana a los que iban a la plaza del centro y han dicho: “menos mal que no me sucedió a mí” y luego se han preparado un vaso de jugo de naranja y se han sentado a mirar el reloj: “ya pasará”, dicen. Es la gente que prefiere que los otros hagan las cosas, total lo obtenido, mucho o poco, después se reparte entre todos. Para qué van a correr riesgos habiendo otros que lo hacen, y bueno, hoy por mí mañana también por mí. Agachemos el lomo y que otro le ponga el cascabel al gato, que en este mundo sobreviven los que miran para otro lado. Así podríamos dejarlos, con su juguito, su sillita y su lomito agachado, mirando el reloj y cuidando su cadera en la silla más cómoda que tengan, pero voy a hablar de aquel muchacho que toma su juguito y mira el reloj y vuelve a tomar su juguito y a mirar el reloj. Yo creo que a pesar de haber cerrado la puerta, ese muchacho está angustiado, porque cuando termina su juguito da un golpe en la mesa, se levanta decidido y ya lo estamos viendo salir a la calle, hasta que llega a la plaza y dice: “Compañeros, cuenten conmigo, esta lucha también es mía”.

La Tota escucha de lejos los cantos de la plaza. Está comprando un vestido para el baile del fin de semana. La señora que atiende el negocio le ha preguntado por qué llora. (Fin capítulo VI)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La lluvia

Llueve, señor lector, pero que la lluvia no nos impida continuar nuestro relato. Así que busquemos un lugar reparado donde no nos mojemos y aprovechemos este tiempo para describir un poco el trazado urbano de la ciudad donde se han desarrollado los lamentables sucesos que le estoy contando, que esta historia necesita un poco de ambientación y hasta que no terminemos el capítulo, la lluvia no amainará. Allá está la fábrica donde trabajaba Jacinto Gutiérrez, que si no sigue trabajando es porque lo han matado como ya empiezan a saber todos, que la noticia igual se supo aunque el servicio policial, con la inestimable intervención del estricto doctor Pirovano se haya pronunciado en otro sentido. Fíjese, hoy tenemos las tres chimeneas apagadas y si ha ocurrido eso, como usted puede darse cuenta, es porque la situación está ligeramente complicada, que después de todo si se ha cometido algún lamentable exceso es normal que la gente se altere, así que a lo hecho, el pecho, hoy las tres chimeneas no funcionarán y es probable que mañana tampoco pero bueno, a jugar se ha dicho con las cartas que Dios nos ha dado, que si la situación es ésta, de algún modo las tres chimeneas tienen que volver a funcionar, obvio que sin Jacinto Gutiérrez, que él se ha suicidado en la comisaría, y tiempo al tiempo, y veamos quién resiste más, que no es por deseo del patrón ni mucho menos del señor Manuel Malvés que las cosas se han dado de este modo, porque el primero, créame, no quisiera otra cosa que ver las tres chimeneas funcionando como lo han hecho en los últimos 50 años y al segundo, es decir, al señor Manuel Malvés, no le interesan este tipo de cuestiones, solo le han solicitado que el servicio policial intervenga y si Jacinto Gutiérrez ha decidido negarse a dar los nombres de los compañeros qué puede hacer él. Pero sigamos describiendo la ciudad, que por ahora la lluvia no afloja y no lo quiero dejar falto de información: hacia los costados usted puede apreciar las casas de los obreros, que son un poco más chicas que las que hay en el centro, que esas son de los patrones y de personas que han tenido suerte en la vida como el señor Manuel Malvés, el estricto doctor Pirovano y el comerciante Carlos Bayo, que usted conoce a los dos primeros pero no a este último y si lo nombro es porque se aviene al relato, así que aguárdese que ahora sólo estoy hablando del trazado urbano y no quiero demorarme mucho porque tengo que describir aquella plaza que también queda en el centro y eso es porque la ciudad que estamos viendo tiene un trazado urbano clásico, es decir, con una plaza en el centro, luego casas grandes, luego están las casas chicas de los obreros y hacia un costado, la fábrica, que ya la nombré pero no dije que quedaba hacia un costado, y queda allí porque las tres chimeneas producen humo, solo que ahora no lo hacen porque están apagadas y esto es así por el paro, no porque no produzcan humo. Me falta, para terminar de describir la ciudad, señalarle la comisaría donde han matado a Jacinto Gutiérrez que también queda en el centro frente a la plaza. De allí está saliendo el señor Manuel Malvés, sale cubriéndose con un paraguas para no mojarse, sin embargo, por más paraguas que tenga eso es inevitable con esta lluvia que todavía no amaina. Mojarse la ropa en un día de lluvia como éste no sería un gran problema pero recordemos que esta lluvia tiene un poco de sangre de Jacinto Gutiérrez, así que, de alguna manera, lo vemos al señor Manuel Malvés con su ropa manchada de sangre.
De a poco, la lluvia afloja, caen la última gotitas, y desde la tierra mojada, donde caen las última gotitas aparece el hijo de Jacinto Gutiérrez y dice: “Yo seguiré tu batalla, venceré al patrón”, que esto ya lo dijo y lo repetirá hasta el final; y luego cae otra gota de lluvia y aparece otro obrero con los puños apretados y dice: “haremos justicia”, y luego otra gota y aparece otro obrero y dice: “no tenemos miedo” y luego otra gotita y otro obrero dice: “Basta” y otra gotita y otro obrero dice: “no nos detendremos”. Y así por cada gotita que cae a la tierra aparece un nuevo obrero angustiado, emocionado, con pancartas en la mano, dispuesto a hacerle frente al patrón, que ellos son los compañeros de Jacinto Gutiérrez y que gotitas hay muchas y obreros también y cada uno va gritando por Jacinto Gutiérrez y se juntan en grupitos y empiezan a cantar y a marchar por las calles, que las calles están correctamente diseñadas porque esta ciudad tiene un trazado urbano clásico para que la gente deambule o circule o transite libremente, aunque en este caso las utilicen para reclamar justicia, de modo que a medida que cesa la lluvia y van apareciendo los obreros con sus pancartas, empiezan a marchar hasta la plaza de la ciudad y es claro que si la gente está en la plaza que queda en el centro, no puede estar, al mismo tiempo, en la fábrica que queda hacia el costado y es por eso que las chimeneas no funcionan.
Pero también usted puede apreciar que gracias a que la ciudad tiene un trazado urbano clásico, junto a las calles y avenidas se han plantado muchos árboles de distintas especies que la embellecen, porque los árboles dan sombra y color, sobre todo ahora que ya no llueve y parece que las hojas reverdecieran. Y aunque, tal vez, no dependa del trazado urbano, en esos árboles que le digo han ido a vivir una cantidad de pájaros que es bueno que la ciudad mantenga algo de naturaleza y es por eso que están los árboles y también los pájaros, que es en los árboles donde hacen sus nidos, por ejemplo aquel nido que se ve, que todavía están reparando de las fuertes lluvias que han caído y de ese nido sale un canario y cuando ve a los obreros que van a la plaza del centro gritando por Jacinto Gutiérrez se le llenan de agua los ojos por la emoción y llama a los gritos a su mujer para decirle: “sal mujer y mira, la gente me ha entendido”. Obviamente, este diálogo es en idioma canario. (Final Capítulo V)

domingo, 5 de diciembre de 2010

La sangre

La sangre de Jacinto Gutiérrez está en un balde y la arrojan por la pileta del lavadero, pasa por unos caños finos, otros gruesos y dobla hacia la calle para entrar en otro caño mayor, allí empieza a andar lentamente entre papeles y aguas fétidas hasta que llega a un arroyo y es allí donde ve unas plantas verdes y esponjosas, luego la sangre observa el horizonte inmenso de un río y por ese río se deja llevar como mareada, informe, como dormida, quizás por el calor, apenas pensando en que es parte del río azul que la lleva no sabe donde, y como siente demasiado calor, casi dormida, ingrávida, intuye que se dirige hacia arriba, con lentos y suaves movimientos ascendentes que la transportan como si fuese inmaterial, como si no tuviese peso, sin existencia, levitando, alzándose por sobre el horizonte, hacia arriba, subiendo en lentas ondas de calor vaporoso, y desde el cielo siente calor, ve al sol muy cerca y ve nubes, algunas blancas y ardientes, otras oscuras casi congeladas y las nubes se combinan, se mezclan y la sangre empieza a tener frío, más frío y se congela, y se endurece y cae y cuando cae hacia la tierra, la sangre se vuelve líquida, se vuelve una transparente gota de lluvia que cae hacia la tierra y cuando cae es gota de agua y sigue siendo sangre.
Cuando cae, la sangre moja a un joven:

“Llevo en mí la sangre de mi padre, la sangre de Jacinto Gutiérrez, que fue mi padre y que ahora está muerto pero que me ha dejado su sangre, esta sangre que me moja, que me identifica, sangre que también es la mía y es la de todas las personas que prenden las máquinas y que hacen el mundo con sus manos de obreros, manos sudorosas, manos heridas, haciendo el mundo que será del patrón. Y mi padre me dejó esas manos y yo soy obrero, eso soy, un hacedor del mundo, un forjador de ciudades. Yo soy el que construye, el que hace con sus manos, con estas manos llagadas, heridas, laboriosas. Son las manos que me dejó mi padre. Ésa es mi herencia, sus manos y su sangre, nada más. Jacinto Gutiérrez, yo soy tu hijo, tu sangre, soy esta sangre que es tuya, y que me moja, y que también es mía, porque es mi herencia. Soy el obrero, tu hijo, el heredero de tu sangre. Yo seguiré tu batalla, venceré al patrón”. (final capítulo cuatro)

viernes, 3 de diciembre de 2010

La Tota (1ª parte)

A esta señora la llaman la Tota, la Tota es flaca como un palo de escoba. Si usted, señor lector, tuviera un mínimo de buen gusto repararía en que no es agradable que una persona se llame Tota pero coincidamos en que peor sería que esa persona se llamara Palo de escoba, por eso la Tota prefiere que le digan así y no Palo de escoba porque, para peor, ella trabaja limpiando casas y se pasa todo el día con una escoba en la mano. Es decir, que si la llamaran Palo de escoba y, por el trabajo que ella realiza, tuviera que tener un palo de escoba en la mano, la situación sería doblemente desagradable. Por eso, nosotros la llamaremos Tota o la Tota y no Palo de escoba y utilizaremos ese término para el palo de escoba propiamente dicho, que ése sí, no tiene otra manera de llamarse. Prosigo y aclaro un dato que acabo de deslizar de manera errónea: la Tota no trabaja solamente en casas de familia, porque ella trabaja donde la llamen o mejor dicho donde le paguen, que si ella trabaja barriendo es porque quiere ganar plata y no por vocación y, como en el caso que nos importa a ella le pagaron para que limpie la comisaría, es allí donde la estamos viendo en este momento a punto de cumplir su tarea.
“Tota, deje todo limpito”. El que dijo eso fue el señor Malvés y si yo le transcribo este comentario es, en primer lugar, porque quiero que usted repare en que el señor Manuel Malvés se dirige a la Tota en los mismos términos en que nosotros lo hacemos, es decir, le dice Tota y no Palo de escoba, y en segundo lugar, y para nosotros más importante, para que usted observe que el señor Manuel Malvés tiene un interés especial en que su área de trabajo retorne a la limpieza habitual, sin el polvillo ni las manchas de sangre de Jacinto Gutiérrez que han aparecido ese día, después de todo, las manchas de sangre también son suciedad. Será porque el señor Malvés la trata con respeto, que la Tota realiza su trabajo sin inconvenientes, incluso a estas horas de la tarde, que si el señor Manuel Malvés la ha llamado de urgencia para requerir sus servicios, es bueno que el personal cumpla. Ella limpia, el señor Malvés le paga y encima la trata con respeto. No está nada mal para alguien a quien más de una vez la han llamado Palo de escoba.
Ahora la Tota está barriendo y está pensando en que un muchacho la ha invitado a bailar el fin de semana y como la Tota no quiere parecer una regalada le ha dicho al muchacho que lo va a pensar y que después le va a responder, pero la Tota le ha dicho eso con una sonrisita que dice que sí, que por supuesto, que el muchacho no es gran cosa pero que una está bien dispuesta, que solicitudes de este tipo no son muy frecuentes en alguien que bueno, es cierto que algunos kilitos más no le harían nada mal, pero que si ha conseguido una invitación para el baile del fin de semana, por algo será, ya veremos, que se espere un poco porque la Tota tampoco es una regalada pero bueno, justo en este momento, la verdad, ella no tenía ninguna otra invitación así que por qué no caballero, que justo se iba a comprar un vestido nuevo que le infla un poco el pecho que lo demás es bastante armónico y tampoco ese muchacho con la nariz que tiene va a ser muy pedigüeño, que si lo fuera, no la habría invitado. Y yo la veo a la Tota tan pensativa, tan baile del fin de semana, que me da pena proseguir. Yo quisiera que la Tota barra polvo, papelitos, hojitas secas, alguna piedrita, pero no, la Tota tiene que limpiar la mancha de sangre de Jacinto Gutiérrez que ha quedado en el piso. Es una mancha de sangre y agua y un poquito de polvo que, en realidad eso solo es lo que tendría que limpiar si no hubieran matado a Jacinto Gutiérrez o, desde otro punto de vista, si Jacinto Gutiérrez no se hubiese negado a declarar el nombre de sus compañeros como usted puede comprobar con la lectura del primer capítulo. Pero lo cierto es que el cuerpo de Jacinto Gutiérrez fue retirado sin vida bajo la estricta vigilancia del estricto doctor Pirovano y para que todo vuelva al orden sólo falta que la Tota limpie la mancha de sangre de Jacinto Gutiérrez y eso, después de todo, no es una tarea muy difícil de realizar, solo que la Tota hoy está sensible y no es por culpa mía que esté sensible, sino, claro está, la culpa es del muchacho este del que venimos hablando, que aparentemente es un poco narigón y que pese a ello, ha invitado a la Tota al baile del fin de semana, seguramente con intenciones y pensando que la Tota se le iba a regalar. Pero no, la Tota, nosotros lo sabemos, y usted, señor lector, también, no se ha regalado y le ha dicho a este energúmeno que se espere, que después le va a contestar y, si bien le ha respondido con una sonrisita, solo lo hizo para que este señor no piense que se le niega de plano y salga disparado a invitar a otra, y si pese a lo adecuado de su conducta, la Tota se ha puesto sensible, eso ha sucedido porque ella sabe de quién es la sangre esa que está en el piso y también sabe por qué mataron a Jacinto Gutiérrez y ahí soy yo el que está contando mal la historia porque si ella sabe que a Jacinto Gutiérrez lo mataron es porque alguien le ha dicho que no se suicidó aunque eso es lo que a nosotros nos dijo el estricto doctor Pirovano, que nosotros no queremos cuestionar a una eminencia consagrada en su alto saber. Pero la Tota llora y llora y llora y como está mirando la mancha de sangre, las lágrimas le ruedan por la mejilla y se le caen de la cara ¿y dónde caen? En la mancha de sangre. Y a la Tota se le cae una gota y otra gota y el agua de las lágrimas se mezcla con el agua de la sangre y es como que la Tota no quiere limpiar la mancha porque ahora también tiene sus lágrimas. (Continúa)

jueves, 2 de diciembre de 2010

La Tota (2ª parte)

“Somos pobres” dice la Tota. Y yo no sé por qué la Tota sale con este tipo de comentarios si ella tendría que estar limpiando calladita y, en todo caso, pensando en el vestido que se va a comprar, que eso también se hace de manera callada, y creo que hace ese comentario porque la Tota no quiere limpiar la mancha de sangre, ante todo, porque ella no quiere estar de parte del señor Manuel Malvés ni mucho menos de los señores para los que el señor Manuel Malvés trabaja y que si ella limpia la mancha de sangre también lo va a estar matando a Jacinto Gutiérez porque aquí no ha quedado nada de él, salvo esta mancha de sangre que además tiene agua, polvillo y ahora, también, varias lágrimas de la Tota y dice “somos pobres” porque ella también es pobre, es decir, dice “somos” refiriéndose a ella y a Jacinto Gutiérrez, porque ni el señor Manuel Malvés ni el estricto doctor Pirovano son pobres y los tres tipos que torturaron a Jacinto Gutiérrez quizás lo sean, pero ella no se refiere a ellos y tanto Jacinto Gutiérrez como ella sí son pobres y ahora además están la sangre de él y las lágrimas de ella mezclándose, fusionándose, aglutinándose, diciéndose ellas también: “somos pobres y nos estamos uniendo” y eso a la Tota la deprime porque ella sabe que encima de ser delgada en demasía, tanto que parece el palo de escoba que tiene en sus manos, también la quieren usar para tapar el asesinato que se ha cometido, aunque según las palabras del estricto doctor Pirovano se haya tratado de un lamentable suicidio. Pero la Tota también dice “somos pobres” porque ella es pobre y quiere comprarse un vestido nuevo porque la han invitado al baile del fin de semana y si no limpia la mancha de sangre y de agua y de polvo y de lágrimas no le darán el dinero que necesita para comprarse el vestido, entonces ese “somos pobres” no incluye a Jacinto Gutiérrez sino a ella y a su familia y, en todo caso, al muchacho narigón que la ha invitado, que si no fuera pobre, no la habría invitado al baile o le habría regalado él un vestido nuevo, que él también sacaría provecho en mostrar a la Tota con un poco más de pecho. Y si bien yo no sé a quién se refiere la Tota cuando dice “somos pobres”, estoy justificado porque ella está pensando a quién incluye con el “somos” y es por eso que llora, porque si ella tuviera dinero, primero, no trabajaría limpiando casas o comisarías y, en segundo lugar, tendría muchos vestidos que le aumentarían el pecho los suficientes como para que no le digan palo de escoba y eso la pondría feliz porque no tendría que limpiar la mancha de sangre de Jacinto Gutiérrez, que él era tan pobre como ella también y ella no quiere estar de parte del señor Manuel Malvés ni mucho menos de los señores para los que el señor Manuel Malvés trabaja y es por eso que la Tota dice “somos pobres”.
La Tota llora en la oscuridad mientras estruja el trapo en el balde y, despacito, lo pasa por la mancha de sangre con un poquito de detergente. Verde, verde será el vestido.
De fondo, apenas perceptible, escucho el canto de un canario. (Final del 3º capítulo)